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30.8.14

EXPLICACIONES…..

Explicarle a un niño determinadas situaciones suele ser una tarea difícil. Explicarle esas mismas situaciones a una persona mayor, también. Sobre todo si esa situación es una injusticia. Y es que tanto para unos como para con otros, determinadas situaciones no tienen explicación. Por ejemplo las injusticias.

La voz del otro lado del teléfono suena apagada, pálida. Mi vieja me cuenta que está bien de salud  (el frío, la humedad las articulaciones...el inventario de achaque de los años), a grandes rasgos.

¿Segura que te sentís bien mamá?
Intento desentrañar el asunto. No es fácil. Los teléfonos filman, sacan fotos, pasan música navegan por Internet, pero aún no transmiten emociones. Por suerte.

-Si hijo. Lo que pasa que acá la situación está cada ves mas difícil.

-No vieja lo que pueda pasar ahí no es nada, tenès que estar agradecida en vivir en ese, nuestro querido y pequeño pueblo. Difícil es vivir aquí en la ciudad, con esta maldita inseguridad que nos tiene a todos tan preocupados y asustados, intento alejarle los fantasmas del miedo, darle una tranquilidad distante 500 kilómetros. Los teléfonos tampoco transmiten buenas intenciones. Por desgracia.

-No hijo,  no me refería puntualmente a eso...

-¿Entonces que es lo que está difícil vieja?

-Todo hijo, éstas lluvias, estos fríos.....

-Pero, que pasó: ¿tenés problemas con la casa?, ¿se llueve?, ¿te entró agua?

-No, no es por mí que estoy así.

-¿Pero por quien mamá?

-Por la gente que tiene que sufrir estas cosas, hambre, frío y para colmo la lluvia.
-¿Vos no ves la televisión?

-Le digo que sí. A veces me resulta innecesario explicarle que no necesito ver los 
noticieros para saber lo que pasa en las periferias de las ciudades.

-Pero. ¿vos vistes esas familias lo que están sufriendo?

-Le digo que sí, otra vez. Pero esta ves no le miento. Porque no necesito ver los noticieros ya que mi compromiso solidario me permite ver en vivo las imágenes de la injusticia, los pies hundidos en el agua y el barro, la ropa y los pelos empapados, las miradas al cielo gris y cargado, y la inocencia de los niños que se burla de la triste realidad, ellos juegan y se ríen  a pesar del frío y la lluvia...mientras los perros buscan un lugar seco para echarse...

-Hay gente que pierde o se le estropea lo poco que tiene. ¿Me entendés hijo?

-Sí, claro. Pero bueno mamá, creo que ya para mañana está anunciado que no va                           llover.

-Ya sé hijo. Lo que yo te quiero decir es porqué esta gente tiene que sufrir. A vos te parece esos chicos mojados,  durmiendo húmedos, con frío, seguramente con hambre. ¿Que culpa tienen?

-Bueno vieja, pero no te hagas mala sangre, vos no podes solucionar nada.

-No, ya sé. Yo ya no puedo. Pero ¿que culpa tienen los chicos? A veces pienso que pueden
ser mis nietos, tus hijos, los hijos de tus hijos. ¿Y los padres?  Que aún inundados se
resisten abandonar sus casas, por que si se van, les roban lo poco que tienen.¿Que clase
de vida es esa?

-Y le digo que clase de vida. Se lo digo con una palabra cloacal.

-Tenés razón, veo que me entendés ¡como querés que no me ponga mal hijo! La verdad que llegar a vieja para tener que ver esto, para seguir viendo esto. Cuando era joven pensé que las cosas se podían cambiar. Tengo 80 años, hijo, soy una vieja, y creo que  las cosas están cada ves peor.

-Te repito mamá, no te pongas mal porque no lograrás nada. Vos me enseñaste que en la vida lo último que se pierde es la esperanza. Tienes que pensar que esa gente que hoy sufre si las cosas mejoran un poco van a  poder salir adelante. Hay que confiar.

-¿Te parece hijo?

-Pero claro mamá. Háceme caso, no te angusties. Y por favor, no mires más noticieros,
cambiá de canal, poné otra cosa.

-Sí, creo, que tenés razón.

-¿Me lo prometes?

-Te lo prometo hijo, gracias por escucharme siempre...¡Cuídate del frío!...¡Abrígate!...Usá la bufanda que te tejí.

-Gracias mamá, ¡te quiero mucho! mañana como siempre te vuelvo a llamar....

-Y el teléfono, que no transmite sentimientos ni emociones, me queda temblando en la mano.


-Hay situaciones que no se pueden explicar. Ni a los niños, ni a los mayores. 

 

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